Así colocó sus manos frente a la boca lo que le hizo recordar tiempos de niñez, cuando un compañero de pupitre le enseñó a besar poniendo las manos en cavidad y depositando suavemente los labios entre los otros labios, falsos porque no dejaban de ser dos dedos pulgares enfrentados, y sustituyendo la humedad de una boca extraña por el conocido olor y calor que desprendían sus manos al formar el cuenco. Empezó a soplar con el ánimo de resucitar las veinte falanges, las diez yemas, los diez nudillos y las dos palmas.
Cuando empezó a notar signos de Enlace por la efusividad con que se dedicaba a la causa, respiró hondo y dejo caer los brazos a lo largo de su cuerpo, lamentándose de que la cálida sensación durase tan poco como iba a durar, en el momento en que reanudo el balanceo de sus manos al caminar….zas!!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario